Sunday, March 2, 2008
Yunnan VII-Dali, el paseo en bici
comenzando la aventura--la carretera
las pagodas (sans puerta)
Las Martas, los Jacobs, Adam, Ernesto, Rita y yo
Ernesto siendo Ernesto
La guía de Rita tenía sus limites--no sabíamos bien cómo íbamos a hacer para alquilar bicis o por donde debíamos pasear. Por suerte, mientras andábamos en el limbo de la indecisión frente al hotel pasó un inglés en bicicleta. Rápidamente lo interceptamos y nos dio todos los datos. Fue así que por 10 quai cada uno (un poco más que un dólar,) Rita, Ana María, las Martas, los Jacobs, Ernesto, Adam, y yo nos subimos en unas súper bicis montañeras y nos lanzamos a la carretera rumbo a las tres pagodas.
Bien roños de tanto regatear con los chinos, nos pareció que el entrar a las pagodas era demasiado caro, y nos dio full rabia que no nos den descuento ni con nuestro carnet de estudiantes chinos. Así que bien criollos tomamos fotos desde la entrada haciendo malabares para que salgan bien las tres pagodas, pero que no se vea ni un pedacito de la puerta que nos separaba de ellas.
Cumplido el sightseeing oficial, cruzamos la carretera y tomamos un camino de tierra hacia el lago. A nuestros costados yacían campos inmensos de arroz o té (nunca me enteré bien,) pero no valía distraerse mucho porque hacía un viento fortísimo, tanto que mientras cruzábamos por una parte particularmente estrecha y elevada del camino, un colombiano que conocimos se distrajo y se cayó encima de los cultivos.
El lago y el pequeño pueblo que visitamos eran súper lindos. Lamentablemente no pudimos ver mucho del lago porque estábamos en una parte que era como una marina privada, y sólo a los primeros les funcionó el cuento de “meiguoren ting bu dong” (soy gringo no entiendo.) No me importó mucho, porque pude observar como cocinaban anticuchos de grillo y trataban de venderme sapos vivos en un balde. Además, vi a lo lejos una tienda de mármol de Dali--que es tan famoso que la palabra en chino para mármol se traduce literalmente como “Piedra de Dali.” A los chinos les gusta tanto que lo cortan en capas muy finas, le ponen un marco, y lo admiran como si fuera una pintura. Y sí, si no te lo cuentan… te crees que las venas del mármol son siluetas de montañas chinas. Muy cool, y muy taoista eso de apreciar la belleza tan pura de la naturaleza.
Muy de buen humor y sintiéndonos la última chupada del mango y gente aventurera, regresamos a la ciudad, y encontramos un restaurante hindú. Poco “chino”, pero muy Yunnan con su mezcla tan compleja entre sudeste asiático, y Tibet, y su frontera con la India. Tan tranqui, nos dejaron hasta estacionar las bicis adentros y nos estuvimos riendo mientras esperábamos la comida porque podíamos ver como unos hippies andaban fumando unos bongs gigantes en la tienda de enfrente. Muy rico, pero poco “bu la” para la decepción de Rita.
Le sacamos el jugo a Dali, tanto que aunque la competencia está fuerte, creo que fue mi parte favorita del viaje.
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