Tuesday, August 28, 2007

agenda

siempre cargaba la agenda. era una libreta simple, azul, pequeña, pero en ella se podía ver toda una semana de un solo vistazo. 7 columnas compuestas por 24 líneas perfectamente derechas, aunque las columnas del sábado y el domingo era un poco más chicas, quizás insinuando que los fines de semana debían tener un horario más flexible—una deliciosa espontaneidad programada que la hacía sentir joven y divertida y aventurera.

la mayoría de esas líneas estaban llenas de preocupaciones tan minúsculas como la-cita-con-el-dentista o comprar-zapatos-nuevos, pero claro que había espacio para el amor y la amistad y la familia. tenía reservada la línea 17 del 8 de junio por ejemplo para el-café-con-las-amigas y la 5 del día siguiente para el-regreso-de-la-discoteca-con-el-chico. a veces le provocaba que dejen de ser tan ineficientes en la imprenta y publiquen ya la agenda del 2008 y 2009 y, de ser posible, la del 2010, porque sería tan relajante empezar ya a llenarlas de anotaciones. y además, si se presentaba un imprevisto lo podía apuntar en la casilla de “no olvidar” que se ubicaba encima de las columnas del jueves, viernes, y sábado. aunque claro, a veces era un poco estresante cuando llegaba el lunes y ya tenía llena la casilla de “no olvidar,” o cuando se topaba con asuntos como EL AMOR, LA AMISTAD, y LA FAMILIA que no cabían entre las líneas de las columnas ni en la casilla de “no olvidar”. pero eso no importaba, porque las cosas se hacen en orden y ya decidí hace meses que hoy es la-cita-con-la-peluquera y qué me importa que la pasaron tan bien ayer HACIENDO-NADA-TODOS-JUNTOS, la próxima vez avisan con tiempo y quedamos bien, fíjate que en dos semanas tengo unas cuantas líneas libres...

Sunday, August 19, 2007

Cine



Sentada frente a la pantalla. Inmóvil.

En la pantalla cantan, bailan, comen. En la pantalla hablan.

Sentada frente a la pantalla. Inmóvil.

En la pantalla acción. En la pantalla movimiento, vida, amor.

Sentada frente a la pantalla. Inmóvil.

Ríe.

-¿Vida ésa? ¡Vida la mía! Vivir jugando juego ajeno, vivir actuando, vivir mentira. Vivir peón del ajedrez social. Vivir bajo reglas implícitas. ¡Vida la mía!

-¡Vida la del observador! Empieza la vida cuando el juego termina. ¿Vive más el títere o el que lo mira?

-Yo entiendo el juego. El que ellos juegan día a día. Sin saberlo, pero juegan. Yo entiendo el juego, entiendo a los juguetes, entiendo la vida.

-Y yo la veo. Veo la vida. Los veo a ellos, los juguetes: transparentes. Los veo porque repiten mi vida. Dos veces, tres veces, infinita. Siempre se ve más claro el espejo retrovisor que el parabrisas.

Y de nuevo.

Sentada frente a la pantalla. Inmóvil.

Los juguetes juegan en la pantalla. Repiten el libreto de la vida. Y atrás de ella, él la mira.

La observa, la analiza, la comprende, la entiende. Ve su juego: juego propio, pero juego. Igualita. Igualita a los juguetes de la pantalla. La mira.

La mira. Sola, perdida. Envuelta en sus ideas, sus mentiras. Su juego negado, su contradicción. La mira.

La mira. Defendiendo su vida, su soledad, su mentira. Despreciando juego ajeno. Despreciando pantalla. Despreciando lo que mira, sentada frente a la pantalla. Inmóvil.

Voltea.

La observadora observada. Adrenalina.

Lo analiza, lo ve, lo mira. Pero no se ve en él. No ve en él su vida. ¿Qué juego juegas?—pregunta tácita. Tiene empañado el parabrisas.

La observadora observada. Adrenalina. Miedo.

Él ríe.

Dame la mano—orden tácita. Ella obedece. Yo miro.

Monday, August 13, 2007

El Mundo de Alison

"One time I made a hopscotch thing that went up and down curving back and forth all over my driveway, there was something like 140 squares. So if ur still freaking out about the potential of ur hopscotch game ending, take this into consideration, 9 squares plus home is the typical school yard set-up but that’s just recess, in life I think u can have as many or as few squares as u want."

Alison Herbert

Thursday, August 9, 2007

El cómo y el qué

Querida Lucía,
me alegra mucho recibir tus líneas y me hace muy feliz y me honra que creas que yo pueda darle una respuesta a tus dudas.
No voy a discutir el tema de la vocación porque creo que eso lo tienes muy claro, siento que el problema es hallar una razón valedera para estudiar arte en un mundo que, aparentemente, te necesitaría en alguna otra profesión más "útil". Creo que allí reside tu dilema en la "utilidad" o no del arte. ¿Sirve el arte para algo? Me parece estar ante cualquiera de mis muchos prácticos alumnos que me preguntan "José Luis, ¿de qué me sirve la literatura?" y yo les explico que no importa lo que vayan a hacer, el estudiar Literatura humaniza, nos aproxima a los demás y nos deja ver aspectos de la gente que, de otra forma, jamás observaríamos en los seres humanos. "No importa que seas dueño de una empresa, ingeniero o presidente de la Nación, lo que importa es que, hagas lo que hagas, lo harás con humanidad", esa es siempre mi respuesta y no es mía, muy probablemente se la aprendí a mi padre.
Claro, cuando el asunto es no sólo acercarse a esa forma de humanizarse que es el arte sino hacer de eso una forma de vida, el asunto se torna un poquito más complicado. Acá viene a cuento un tema que se viene discutiendo desde hace siglos, ¿cumple el arte una función social o es pura estética?, y si es pura estética, ¿qué derecho tenemos de hacer arte cuando el mundo necesita hospitales, casas y escuelas, doctores, constructores y maestros? ¿Es el arte, como mucha gente afirma, un lujo de los ricos? Y creo, queridísma Lucía, que allí reside un poco la tragedia que vives. Si tuvieras que trabajar para comer y solo pudieras estudiar de noche en San Marcos, ¿escogerías Arte o Derecho, Literatura o Ingeniería? A lo mejor a primera vista te tienta responder Derecho o Ingeniería, pero basta con ver a los alumnos de la Facultad de Letras de San Marcos, pobres estudiando carreras que muy posiblemente los mantenga pobres el restos de sus días, para empezar a cuestionarse eso. Chávez, el pintor, prefería comprarse un tubo de óleo antes que comer y prefería pasar las noches durmiendo bajo un puente en Italia antes que rendir su vocación. Claro, siempre sigue en pie tu pregunta, ¿la vocación es una decisión así de subjetiva, es sólo la terapia de una niña rica asqueada de las inauguraciones donde van todas las viejas pitucas de Lima —que nada entienden de arte— a chismosear sobre el vestido de Fulana, el nuevo amante de Mengana o las joyas que adornan el cuello de Perenceja? Yo diría, querida Lucía, que no hay escapatoria, que toda decisión es subjetiva, lo objetivo —así como nos lo quieren endilgar— es sólo una ficción; nadie es completamente objetivo, nadie puede serlo, todos actuamos guiados por nuestros propios criterios y queremos darles mayor validez porque encajan en una lógica común y externa (aparentemente objetiva), cuando esa lógica nace del devenir del proceso de culturización humana, que durante siglos fue emitiendo razonamientos subjetivos, personalísimos y propios, y luego los objetivizó a fuerza de costumbre. O sea, más de lo mismo.
¿Eres una niña atormentada porque cree que el arte es sólo una opción terapéutica y te mueres de remordimiento porque en el mundo los niños se mueren de hambre? Esa lógica puede ser hermosa, pero es suicida, porque si piensas así, el colegio de donde vienes, la familia de donde procedes, la universidad donde estudias, tu vida completa "becada" por una circunstancia que pudo darte “lo mejor”, todo, todo estaría mal y deberías cuestionarte no sólo la carrera sino la existencia misma, tu vida misma. ¿No es horroroso que mientras tú y yo escribimos desde nuestras computadoras tomándonos una gaseosa o disfrutando de buena música o sentados cómodamente o las tres cosas y más, en este mismo momento, en este instante, se muere gente de hambre, de enfermedades que podrían curarse con unos cuantos millones, de violencia, de intolerancia, de la falta absoluta de humanidad? Es horroroso, espantoso, macabro, vil, egoísta, pero es. ¿Qué hacemos? ¿Dejamos todo y nos vamos a la montaña a pasar hambre con los que pasan hambre y les enseñamos a leer y tratamos de sacarlos adelante así con nuestro pequeño mundo de renuncias? Honestamente, me parece improductivo. ¿De qué me sirves tú en un campo de refugiados en Sudáfrica o Congo o Senegal?, ¿de qué le sirve a la humanidad que tú dejes de estudiar arte y decidas ser abogada o ingeniera o médico? Si tu vocación es ser médico es obvio que estudiar arte es, al menos, improductivo, ¿por qué la misma lógica no puede utilizarse en sentido contrario? De igual manera, si el arte es tu vocación, ¿no crees que es —por lo menos— perder el tiempo estudiar economía? Yo pensé —porque objetivamente todos lo pensaban y me lo decían— que iba a ser un gran abogado, defendiendo a los pobres y combatiendo la injusticia, lo cierto es que fui infeliz durante toda la carrera. Yo quería —yo quiero— ser escritor, decir lo que pienso, dar mi opinión y hacer que el mundo diga "mira, eso piensa Mejía, a lo mejor tiene razón" o "Mejía está mal, hagamos lo contrario" o lo que sea, quería que me escucharan y creo cada vez me escuchan más, unos pocos más, y eso me hace feliz. ¿Soy útil para mi país, lo que hago es sólo terapia para liberar mis demonios, fue una decisión subjetiva? Yo, como tú, querida mía, me lo he cuestionado mil veces. Yo nací en un hogar acomodado y la crisis nos arrastró a vivir en San Miguel, en unas viejas casas de adobe donde, cuando llovía, había goteras. Mis padres pasaron por épocas muy malas, vendieron todo —hasta los anillos de boda— por mantenernos juntos y vivos, por darnos una educación y formarnos como seres humanos. Pasamos miserias porque mi padre era un idealista y un hombre de bien y enfrentarse con los poderosos siempre trae problemas, pero le agradezco cada plato de arroz con huevo que comí de niño y cada lección de vida que me dio. No me hizo ni un amargado, ni un resentido, me enseñó a perseguir mis sueños. Cuando era adolescente quise ser abogado para acabar con los malos de este mundo, meterlos a todos presos y hacer de mi país un lugar mejor; también iba a ser abogado de los pobres, para que los que no tuvieran cómo defenderse me tuvieran a mí, para que los poderosos no abusaran de los débiles. ¿Tienes idea de cuántas veces me cuestioné dictar clases en el colegio más aristocrático de Lima, enseñando a quienes —aparentemente— no necesitan nada? Mil veces. Y sin embargo, estos años han sido para mí una experiencia maravillosa, dictarles ha sido aprender muchas cosas y me ha dado la oportunidad de ver las cosas "del otro lado", yo me decía "pensar que iba a defender a los pobres y termino enseñando a los ricos", me sentía un traidor, un desleal con mi origen y con mi patria, con mi realidad y mi historia. Sin embargo, ustedes me enseñaron que estaba equivocado, que no hay "ellos y nosotros", con las justas hay buenas personas y canallas (y de esos hay en todas partes). Lo único que hay que hacer es rescatar a esas buenas personas que —como tú— van por el mundo confundiendo el cómo de qué; el qué es hacer de este mundo un lugar mejor, el cómo es la manera y puede ser con un dibujo, un discurso, una máquina o la cura para una enfermedad. Allí reside tu error, querida Lucía, y allí residía el mío, mi qué era defender a los buenos de los abusos de los malos y ese cómo que creí encontrar fue peleando en los tribunales y no era mi cómo, así que poco a poco fui hallándome y me convertí en profesor y en escritor. Este es mi cómo. Cuando una muchacha maravillosa como tú pierde el sueño cuestionándose su propio papel en el universo, yo —que he logrado que mi qué suceda— me siento feliz y me siento orgulloso de poder ser el interlocutor de tus dudas. En estos momentos, querida Lucía, podrías estar fumando marihuana, emborrachándote o teniendo sexo con toda tu universidad, podrías estar gastándote el dinero de papá o recorriendo las discotecas más caras de Nueva York con tus nuevos trapos recién adquiridos en alguna tienda exclusiva. Y no lo haces. Te sientas, abres la máquina y le escribes a este gris profesor de secundaria preguntándole por una buena razón para ser artista. Lucía de mi corazón, tú eres la mejor razón que podrás encontrar. No lo dudes ni un instante. Eres una maravillosa mujer, un ser sensible y comprometido con el ser humano; mantente así, sigue así, insiste en ser quien eres y dale al mundo todo lo que te salga del alma, denuncia a través de tu arte la injusticia, el hambre, la violencia y todas las taras de la humanidad y con eso no te pido que conviertas tu arte en panfleto, te pido sencillamente que mantengas esa infinita humanidad que te ilumina y que la entregues, en la forma que quieras, en la forma que puedas, en la forma que te haga más feliz, al mundo entero.
Todo mi corazón.
JL

Sunday, August 5, 2007

Mundo


En Argentina le dicen “Rayuela”; en Chile “luche”; en Lima yo siempre lo llamé “Mundo¨. Es un juego de chicos que consiste en embocar una piedrita en el cuadrado #1, saltar hasta allí en una pierna, recoger la piedra sin caerte, y regresar a la base sin pisar las rayas que separan los cuadrados. Se hace lo mismo con el 2, 3, 4, y así sucesivamente hasta llegar al óvalo donde queda el 10 pero que se llama (muy apropiadamente) mundo.

Lo vengo jugando desde hace años—en el Mundo de asfalto del cole, en los Mundos de arena que dibujaba en la playa—pero recientemente las distancias entre un cuadrado y otro se vuelven cada vez más largas, y mientras más lejos veo el óvalo del mundo, más en serio me tomo el juego, y más me suda la mano cuando trato de hacer puntería. Y mientras más me alejo de la base, más nerviosa me pongo al regresar… ¡qué rabia pisar la raya que separa el 1 del 2 y tener que volver a embocar la piedra en el 9! ¡Qué vergüenza volver a la base desde tan lejos caminando cuando ya se vio a los amigos regresar saltando y con cara de ¨¿viste? Yo ya la hice, te toca¨!

Pero lo que me da más miedo no es fallar, sino ganar. Cada cuadrado tiene su encanto. Nunca estoy completamente cómoda balanceándome en un pie dentro de sus límites, pero por pequeño que sea, el saber que el asunto es temporal es remedio contra la claustrofobia. Y así me construyo una vida en cada cuadrado, y es muy divertido jugar a ser intelectual en una ciudad de marfil, o mujer de mundo en una compañía multinacional, y hasta limpiar un departamento que llamo mío pero es alquilado es novedad y entretenido y emocionante. Pero, ¿qué va a pasar el día que me toque dejar de jugar y empezar a ser… y las cuentas y las responsabilidades vayan cerrando el ovalo hasta que termine balanceándome también allí pero con el peso de una eternidad de lo mismo sobre los hombros? ¿Se puede volver a empezar otro juego entonces? ¿Cuándo se es muy grande para jugar Mundo? ¿O será que ando jugando mal toda la vida y que en el óvalo del 10 queda el cielo y no el mundo?

Thursday, August 2, 2007

Más turismo de gente/Confieso tenerle miedo a los fantasmas


¨Nadie parecía dispuesto a contradecirlo porque Wong esmeradamente aparecía con el café y Ronald, encogiéndose de hombros, había soltado a los Warring's Pennsylvanians y desde un chirriar terrible llegaba el tema que encantaba a Oliveira, una trompeta anónima y después el piano, todo entre un humo de fonógrafo viejo y pésima grabación, de orquesta barata y como anterior al jazz, al fin y al cabo de esos viejos discos, de los show boats y de las noches de Storyville había nacido la única música universal del siglo, algo que acercaba a los hombres más y mejor que el esperanto, la Unesco o las aerolíneas, una música bastante primitiva para alcanzar universalidad y bastante buena para hacer su propia historia, con cismas, renuncias y herejías, su charleston, su black bottom, su shimmy, su foxtrot, su stomp, sus blues, para admitir las clasificaciones y las etiquetas, el estilo esto y aquello, el swing, el bebop, el cool, ir y volver del romanticismo y el clasicismo, hot y jazz cerebral, una música-hombre, una música con historia a diferencia de la estúpida música animal de baile, la polka, el vals, la zamba, una música que permitía reconocerse y estimarse en Copenhague como en Mendoza o en Ciudad del Cabo, que acercaba a los adolescentes con sus discos bajo el brazo, que les daba nombres y melodías como cifras para reconocerse y adentrarse y sentirse menos solos rodeados de jefes de oficina, familias y amores infinitamente amargos, una música que permitía todas las imaginaciones y los gustos, la colección de afónicos 78 con Freddie Keppard o Bunk Johnson, la exclusividad reaccionaria del Dixieland, la especialización académica en Bix Beiderbecke o el salto a la gran aventura de Thelonius Monk, Horace Silver o Thad Jones, la cursilería de Erroll Garner o Art Tatum, los arrepentimientos o las abjuraciones, la predilección por los pequeños conjuntos, las misteriosas grabaciones con seudónimos y denominaciones impuestas por marcas de discos o caprichos del momento y toda esa francmasonería de sábado por la noche en la pieza del estudiante o en el sótano de la peña, con muchachas que prefieren bailar mientas escuchan Star Dust o When your man is going to put you down , y huelen despacio y dulcemente a perfume y a piel y a calor, se dejan besar cuando es tarde y alguien ha puesto The blues with a feeling y casi no se baila, solamente se está de pie, balanceándose, y todo es turbio y sucio y canalla y cada hombre quisiera arrancar esos corpiños tibios mientras las manos acarician una espalda y las muchachas tienen la boca entreabierta y se van dando al miedo delicioso y a la noche, entonces sube una trompeta poseyéndolas por todos los hombres, tomándolas con una sola frase caliente que las deja caer como una planta cortada entre los brazos de los compañeros, y hay una inmóvil carrera, un salto al aire de la noche, sobre la ciudad, hasta que un piano minucioso las devuelve a sí misma, exhaustas y reconciliadas y todavía vírgenes hasta el sábado siguiente, todo eso en una música que espanta a los cogotes de platea, a los que creen que nada es de verdad si no hay programas impresos y acomodadores, y así va el mundo y el jazz es como un pájaro que migra o emigra o inmigra o transmigra, saltabarreras, burlaaduanas, algo que corre y se difunde y esta noche en Viena está cantando Ella Fitzgerald mientras en París Kenny Clarke inaugura una cave y en Perpignan brincan los dedos de Oscar Peterson, y Satchmo por todas partes con el don de ubicuidad que le ha prestado el Señor, en Birmingham, en Varsovia, en Milán, en Buenos Aires, en Ginebra, en el mundo entero, es inevitable, es la lluvia y el pan y la sal, algo absolutamente indiferente a los ritos nacionales, a las tradiciones inviolables, al idioma y al folklore: una nube sin fronteras, un espía del aire y del agua, una forma arquetípica, algo de antes, de abajo, que reconcilia mexicanos con noruegos y rusos y españoles, los reincorpora al oscuro fuego central olvidado, torpe y mal y precariamente los devuelve a un origen traicionado, les señala que quizás había otros caminos y que el que tomaron no era el único y no era el mejor, o que quizá había otros caminos y que el que tomaron era el mejor, pero que quizá había otros caminos dulces de caminar y que no los tomaron, o los tomaron a medias, y que un hombre es siempre más que un hombre y siempre menos que un hombre, más que un hombres porque encierra eso que el jazz alude y soslaya y hasta anticipa, y menos que un hombre porque de esa libertad ha hecho un juego estético o moral, un tablero de ajedrez donde se reserva ser el alfil o el caballo, una definición de libertad que se enseña en las escuelas, precisamente en las escuelas donde jamás se ha enseñado y jamás se enseñará a los niños el primer compás de un ragtime y la primera frase de un blues, etcétera, etcétera.¨
Julio Cortázar, "Rayuela"

Wednesday, August 1, 2007

Central Park


"... y la irritación de estar pensando en todo eso y sabiendo que como siempre me costaba mucho menos pensar que ser, y que en mi caso el ergo de la frasecita no era tan ergo ni cosa parecida..."
Julio Cortázar, "Rayuela"