Este sábado asistí a la inauguración de los nuevos trabajos de Jennifer Harrisson -una artista autodidacta de Toronto- en la galería Berenberg de Boston. Observando la simplicidad de sus líneas, la riqueza de sus texturas, y lo humilde de su temática recordé todo lo que me hizo enamorarme del llamado “outsider art”- el arte autodidacta o de gente con ciertas condiciones como autismo, síndrome de down, etc. Encontré en esta pequeña galería en el “south end” de Boston un arte auténtico, puro, libre de la glorificación del artista que ha distorsionado la visión occidental del arte, alienándolo de la vida cotidiana, relegándolo a las paredes blancas de museo.
Jennifer, una de las artistas emblemáticas de la galería, representa todo esto. Sus trabajos- más dibujos que pinturas, ya que dibuja las imágenes con “modeling paste” y luego sólo lo “colorea” con capas homogéneas de óleos- no pretenden revelar el significado de la vida, ni representar la decadencia de la sociedad… son sólo lo que ella ve, lo que le gusta hacer, y las técnicas que va aprendiendo cuando trabaja. Libre de tantos humos y pretensiones, se me hace mucho más fácil intuir su proceso de trabajo, que como estudiante de arte siempre me ha parecido lo más interesante de las artes plásticas. De alguna forma quitándolo tanta escarcha y brillo al proceso creativo, Jennifer revela la verdadera magia del proceso.
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